martes, 3 de julio de 2007

Kiki Álvarez

Enviado el Viernes, 17 de Marzo del 2006 (15:11:16) por Kiki Álvarez

Cuando yo era un niño, el Nuevo Cine Latinoamericano vivía la juventud, la energía y el sueño de sus fundadores. Entonces el derecho a la utopía se ejercía en una isla del caribe, en la guerrilla boliviana y en la acción poética de cualquier cámara al hombro descubriendo la realidad de su país.

En Cuba, la película más Nuevo Cine Latinoamericano de toda su historia es Memorias de subdesarrollo. Un ojo indagando la nueva realidad social de la isla y la angustia de un intelectual que trata de explicársela sin poder comprender los cambios que suceden ante su propia inercia.

Eso era y todavía es, en algunas de las películas que se producen cada año, el Nuevo Cine Latinoamericano. Compromiso e incertidumbre; negación y afirmación, vanguardismo político y vanguardismo estético. Glauber Rocha y Titón. Tire die y Lucía. La estética de la violencia y Por un cine imperfecto.

Cuando yo crecí, algo del Nuevo Cine había muerto. Había muerto Glauber Rocha y con él, la más extrema conjunción de estética práctica y compromiso revolucionario de nuestro Cine; la punta más filosa del estilete.

Entonces yo hubiera querido ser Glauber Rocha, pero soy hijo de la duda de Sergio, el de Memorias…

Mi película más Nuevo Cine Latinoamericano fue La ola. Puro existencialismo cubano, según un prominente escritor-intelectual de los sesenta. Y si en aquel momento no lo pude comprender, ahora sí. En los años 90 ya era muy peligroso querer pensar como en los 60. A veces la Utopía es aplastada por la utopía que ya no es.

¿Existe hoy en Latinoamérica un Cine nuevo? El Nuevo Cine Latinoamericano ha muerto y muere todos los días. Pero renace en cualquier rincón de un continente, donde la muerte, a ratos, sucede como semilla.

Hay que sentarse A la izquierda del padre. Hay que hacer Lavour Arcaica para seguir siendo Nuevo Cine. Una suite existencialista para la Habana; un Japón antropológico del universo rural mexicano; un Mundo grúa para el obrero bonaerense.

Nuevo Cine Latinoamericano es una cosa y Movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano es otra. Nuevo Cine habrá siempre, pero el Movimiento que lo nucleó ya no existe. No basta para eso (para la subsistencia del movimiento) un Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, ni un Comité de Cineastas de América Latina, ni una Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, ni una Asociación de Graduados de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños. Demasiada inercia. Demasiada dispersión. Hay que volver a los 60. Lo que ha cambiado en estos años son las estrategias de dominación, no la miseria y el subdesarrollo de nuestros pueblos. Hay que regresar a los manifiestos. Lo que se ha perdido es nuestra rabia, nuestro atrevimiento estético, nuestro compromiso.

Al Nuevo Cine habrá que seguir reinventándolo con una cámara al hombro y una idea en la cabeza. Pero, ¿qué ideas? ¿A dónde fueron a parar nuestras ideas? No podemos seguir viendo a nuestros fundadores como dinosaurios con un viejo discurso y ya. Si sus causas son las nuestras, y lo son, hagamos nuevos discursos y el que esté vivo, que nos siga. Un Cine nuevo, necesita nuevos protagonistas, nuevos hacedores, nuevas ideas. Lo otro es quedarse mirando al mundo como Sergio, sin arriesgarnos; lo otro, es no intentar, siquiera, ser Titón o Glauber Rocha.
La Habana, 2004

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