Sergio Trabucco Ponce
Cine Cubano nos plantea tres interrogantes asumidas en el diálogo virtual de un grupo de cineastas chilenos que representan diversas miradas y tiempos. Enfrentados al computador, la reflexión y el cruce de ideas enriquecieron este necesario encuentro entre distintas generaciones en una heterogeneidad que nos fortalece..
1. Es concebible una producción cinematográfica culturalmente significativa, enraizada y enriquecedora de la identidad y de la diversidad en las condiciones actuales de América Latina?. Parece que la producción chilena de este año muestra valores significantes, variedad, juventud, frescura, audacia tal vez? Que, comentarios o evaluaciones puedes hacer?
Sergio Trabucco: No hay duda alguna. El Nuevo Cine Latinoamericano sigue naciendo todos los días y en todo el Continente. De otra manera no se explica la cantidad de Filmes que llegan todos los años al Festival de la Habana, que se sigue llenando de este Cine Nuevo. Es obvio que la situación política es otra, los jóvenes realizadores no se sienten interpretados por todos los postulados de aquellos años y los más viejos buscan explicaciones más rigurosas a su pasado reciente. Pocos reniegan de esa historia. Quizá más de algún joven podrá tener una nostalgia aprendida. Hoy son definitivamente muchos más las historias, los directores, productores y técnicos del que dispone cada país, probablemente menos politizados pero definitivamente más políticos. Las condiciones actuales los obliga a una reflexión más compleja, los jóvenes creadores de hoy han tenido dedicación exclusiva por así decirlo, son más completos. Nadie está pensando por ellos, de allí la diversidad. Eso ha hecho posible su encuentro con el público, así se entiende que se esté volviendo a las taquillas de los años 60. Ese fenómeno en los cineastas de la generación intermedia ha posibilitado un cine más profundo, con riesgo y ambición artística. La identidad la veo reforzada en un mirarse en Latinoamérica como algo natural, en eso la música ha hecho un aporte sustancial. Es cierto, este año en Chile como en otros países de América Latina se está dando una gran variedad temática y una participación relevante de jóvenes directores.
Andrés Racz: Es concebible y practicable, en los hechos es la única salida que tenemos y por lo demás siempre ha sido así. Que interés puede tener en este mundo una película chilena, peruana o argentina que no refleje el mundo especifico(identidad y cultura)del país originario. Lo que hecho de menos es un esfuerzo más consciente por generar un leguaje cinematográfico más original y propio. Se ha producido una cierta estandarización de la luz y el sonido es decir de la manera de mirar y hay poca invención original desde el punto de vista del leguaje es decir de la palabra, frase y texto cinematográfico. Se ha alcanzado una eficacia internacional entre comillas pero con poco de búsqueda artística como los fueron en décadas anteriores Rocha, Joaquim Pedro de Andrade, Solanas, Leduc, Raúl Ruiz etc. Estamos frente a un publico mas conservador habituado por la avalancha del cine de televisión norteamericano y creo que nuestros realizadores en general intentan madurar colocándose a esa medida y por lo tanto el resultado es un cine mas eficaz para captar público pero poco aventurero o original del punto de vista formal, por supuesto hay excepciones y me parecen destacables en Chile los esfuerzos de realizadores como Pablo Perelman. Juan Vicente Araya, Bustamante y Agüero en el documental. También en Argentina hay un movimiento en este sentido. Con respecto a la segunda pregunta, he visto sólo dos películas chilenas este año (las que se han estrenado en el país), por lo que no me atrevo a hacer una evaluación general. Sobretodo pensando que faltan por verse, al menos, otras cinco Andrés Wood: Si uno no tiene la aspiración de ayudar a crear una producción cinematográfica "culturalmente significativa, enraizada y enriquecedora de la identidad y de la diversidad" no vale la pena el esfuerzo de hacer cine. Al menos a nivel de proyecto global de país o sociedad. Es evidente que vivimos una etapa de oscurantismo cultural, donde lo que se sale de la esfera del mercado no tiene buena acogida. Precisamente ahí es donde entra la importancia de la discusión profunda de una sociedad, respecto a la necesidad o no de tener una voz propia. El cine, en su diversidad, no existe en casi ningún país del mundo (salvo EEUU), bajo las leyes de la oferta y la demanda. Es como el caso de las ballenas, si lo liberalizamos totalmente, desaparecen. Por supuesto que hay ejemplos puntuales de películas latinas que funcionan más que bien en la competencia directa con los grandes estudios norteamericanos, pero el conjunto es deficitario, como también lo es en España, Francia, Australia, etc., países que han optado por existir cinematográficamente. Creo que estamos en un momento muy bueno en la producción y distribución latinoamericana. En los últimos años ha existido diversidad en la producción, nuevos realizadores han logrado notoriedad con sus películas y cada vez tenemos más títulos latinos en nuestras carteleras. Espero que los problemas económicos de nuestra zona no destruyan lo avanzado.
Carlos Flores: Creo que la posibilidad de producir películas culturalmente significativas no requiere de condiciones socio políticas particulares. Por cierto que un gobierno democrático con interés por desarrollar la cultura puede hacer más benévola la tarea, pero no garantiza su calidad. La producción Cinematográfica Nacional ha ido mejorando en calidad y cantidad en los últimos cinco años. Yo pienso que en esto han influido varios factores.
- Apoyo estatal pequeño pero permanente y en aumento progresivo
- La creación, a comienzo de los 90, de la Escuela de Cine de Arcis y de La Escuela de Cine de Chile, que ha permitido la formación sistemática y la incorporación a la producción cinematográfica, de varias generaciones de jóvenes cineastas.
- Las condiciones de estabilidad política en que ha permanecido Chile.
- El mejoramiento en calidad y cantidad de las salas de exhibición.
Marco Enríquez: A mi juicio en Chile ha pasado un fenómeno extraño: por una parte se filma más y más pero al mismo tiempo se ha instalado un cierto dispositivo estético, un patrón moralizador y una cierta dictadura narrativa acerca de qué es lo que se debe filmar, con qué punto de vista, con qué retratos de personajes y con líneas narrativas específicas que cada día dibujan un cine lejos la búsqueda de la subjetividad, la autenticidad, construcción de lenguajes y el reconocimiento de zonas, lugares y temáticas que solo el cine debiera o puede retratar. A mi juicio entonces hemos terminado con una producción cinematográfica mas cerca de la televisión o de su fotocopiadora.
Orlando Lübbert: Nunca se había visto un divorcio más grande entre desarrollo económico y desarrollo cultural en un país “agraciado” con la globalización. La salud, la educación, la cultura en general, son bienes suntuarios, permisibles cuando la economía marcha o cuando el “chorreo” lo permite. Haciendo una analogía con el cuerpo humano podemos decir que cuando la cultura, el sistema inmunológico natural de los pueblos, colapsa; el cuerpo no tiene defensas. Y si la gripe puede tener su equivalente en la destrucción de nuestras ricas tradiciones culinarias, las bronconeumonías son el descalabro valórico que produce el vivir una realidad y pensar con el paradigma de otra: la gringa. Pero el mercantilismo a ultranza que se practica en Chile se ha metido en una trampa: en primer lugar ha generado una televisión rubia, una televisión que tanto en la publicidad, como en su parrilla programática descansa en aquellos mundos deseables que necesita el consumo para mantener su llamita encendida. Pero el imaginario prestado también hace crisis: de tanto vivir mirando hacia arriba nos zafamos el cuello, de tanto aspirar a... nos olvidamos de lo más elemental: nuestra identidad, la de todos los días. Entonces, la mirada hacia nosotros mismos se convierte en cine y conquista a un público creciente en cada uno de los países latinoamericanos. Y son películas que funcionan, son películas que nos ayudan a redescubrir el gusto por nuestro lenguaje, por nuestros rincones, por nuestra manera de ser. Y el público responde. Esto es parte de un proceso que trasciende a Chile y lo vemos en otros países de América Latina. El aliento del neorrealismo con la efectividad narrativa del buen cine gringo y un sentido del valor histriónico de nuestros rostros y nuestros escenarios que se traduce en una visualidad muy latinoamericana. Creo, sin embargo, que el matrimonio del público “globalizado” con un cine de identidad no se da en Chile de manera automática. El Cine Chileno actual se caracteriza por su diversidad, por obedecer a intereses muy diversos y expresar mundos también muy diversos. Es un cine temáticamente errático hecho en parte por cineastas de carrera, pero también por publicistas, empresarios yupies, videistas, documentalistas, entre otros. Esta diversidad, la que se confunde a menudo con precariedad, se traduce en películas mal estructuradas, en caros intentos en una y otra dirección. Vivimos la dispersión típica de algo que puede convertirse en movimiento, dentro de este habrá que distinguir en el futuro a las películas que, además de contar con estructuras narrativas novedosas y eficaces, interpretaron la sed de identidad que ha generado el mundo globalizado y llegaron al corazón de su público.
CINE Y GLOBALIZACION
2. A favor y en contra, qué ha ofrecido el proceso globalizador y globalizante a la realización cinematográfica del continente?
Andrés Racz: Un acceso a las nuevas tecnologías de manera inmediata pero también un alud de imágenes y sonidos entre lo cuales se hace difícil levantar cabeza. Quizás el más gran problema y siempre ha sido así es el de la distribución latinoamericana para poder hacerle frente a la avalancha. Desde el punto de vista teórico para los que tenemos mas años en esta tierra no deja de ser irónico que el movimiento que más impacto tiene sobre los jóvenes latinoamericanos de hoy sea Dogma 95 una serie de postulados levantados por unos jóvenes daneses aburridos de tanta abundancia y que nos recuerdan a los postulados de Julio García Espinoza en “por un cine imperfecto” y de Glauber Rocha “el cine se hace con una cámara en la mano y una idea en la cabeza” en su Estética del Hambre. La diferencia esta claro como siempre, en la oportunidad, contexto y sentido de estas propuestas. Una surge de la sociedad de consumo las otras las viejas del subdesarrollo mas profundo. Ha cambiado tanto.
Andrés Wood: El efecto del proceso globalizador, a mi parecer, ha sido mucho más positivo que negativo en la realización cinematográfica. Curiosamente, lo más importante ha venido por el lado de los espectadores. Creo, sin base empírica, que hay una revalorización de lo genuinamente propio de cada sociedad, tanto que finalmente esos casos han sido los más exitosos a nivel de público y festivales en los últimos años (Chacotero Sentimental, Amores Perros, Mundo Grúa, por nombra algunos títulos). Y no se han quedado ahí solamente, sino que también pienso que han sido las películas más vistas en otros países. Para mi gusto, también positivo, están todos los reciclajes de géneros o temas provenientes de otras sociedades que han sido también un gran aporte, ya que revelan nuestra realidad más profunda. Hoy no es raro encontrarse con un mapuche con un jockey de los "Bulls" de Chicago. Y eso también es nuestro. Quizás lo negativo viene de la mano de lo anterior, las malas copias de Tarantino que hemos debido soportar….
Sergio Trabucco: A favor, la perdida de eficacia de los panfletos. La velocidad de la información. El que la curiosidad usada con agudeza permita acceder a mucha información. El que sea más difícil tragarse un cuento unidireccional. A la necesidad de respuestas también más globales. Que los creadores vuelvan la mirada a su propio entorno, con más cariño y quizás más críticamente. Que un joven Argentino se parezca más a uno Chileno, repitiéndose ese fenómeno en todo el continente y que lo sientan ellos así. Sus obras también lo reflejan. Siento que a los jóvenes los hace posesionarse de su papel de Cineastas con mayor propiedad, a tiempo completo. Que sus obras son cada vez más y mejores. Yo no me siento nostálgico del pasado reciente, soy de los que creo férreamente en esta generación de recambio y del potente tapón que les significó la extraordinaria generación anterior. Lo malo y las consecuencias en este ámbito esta por verse. No sería saludable que apareciera otra teoría sobre un cine de determinada manera. Vade retro !!...
Carlos Flores: Todavía no se puede evaluar con precisión las réplicas del proceso globalizador. Cuestiones a favor, el acceso rápido a la tecnología y a la información. Las posibilidades de comercialización internacional de nuestras películas. En contra, la dependencia cultural y económica.
Orlando Lübbert: La globalización ha abierto fronteras, ha puesto en contacto a mucha gente con más gente, eso es bueno. Pero no podemos olvidar que con la globalización entramos al área cultural y económica del fast track y el fast food y que ésta tiene un dueño muy potente que sabe muy bien que el principal enemigo de la colonización es la identidad en sus distintas formas. La eficacia económica de la globalización presupone el trabajo informal, la posibilidad de “flexibilizar” la fuerza laboral de los países, la eliminación de todas las trabas que impidan la competitividad, léase leyes laborales, y algo que nos atañe directamente a los cineastas: que los ciudadanos de América Latina tengamos la sensación de que hemos crecido al cobijarnos al alero del gran padre globalizador que es los EE.UU. Debemos sentir que hemos ampliado nuestro horizonte cultural al mirar hacia el gran patrón y, entre otras cosas, cuando veamos “Pearl Harbor” debemos sentir que nos sacaron la mierda a todos. La globalización nos ha obligado a los cineastas a buscar más que nunca la eficacia narrativa; debemos competir de igual a igual con el cine gringo. La globalización nos obliga a afinar la mirada para poner en el eje de los conflictos humanos aquellos temas que laten en nuestras sociedades. La globalización nos obliga a nosotros mismos a globalizar nuestra particularidades, a proyectar nuestra historia en el imaginario de nuestra gente. En resumen, la globalización nos obliga más que nunca a ver en medio de la luz total, que como todos sabemos; ciega.
Marco Enríquez: Para chile poco ha ocurrido en mi humilde opinión ya que por razones idiosincrásicas e idiomáticas, casi de pronunciación y considerando lo diminuto del mercado poco ha ofrecido la globalización. Mercado VS. Calidad 3. El debate social que domina hoy el futuro de América Latina es de carácter urgente, inmediato, sin embargo los creadores, los jóvenes creadores, se empeñan en hacer y algunos logran hacer buen cine. Cómo puede entenderse este proceso en medio del desafío de un mercado cada vez más penetrado y a veces avasallado? Puede tanto la pasión? Marco Enríquez: Sí y solo sí en la medida que las autoridades culturales y los agentes de contenidos de Chile lo toleren.
Andrés Racz: Puede la pasión, pueden las ganas y pueden las historias que nos golpean día a día en nuestra propias vidas y en lo que nos rodea. Contra todo tipo de escualideces y obstáculos siempre hemos hecho cine hasta en los momentos mas duros y difíciles de nuestra vida, el publico también tiene ganas de verse en la pantalla quizás para escapar el torrente de imágenes que bajo múltiples vías hoy le muestran otros lares del mundo (FUNDAMENTALMENTE USA), nosotros también debemos usar todas esas vías lo que es difícil y aunque sea por pura afirmación de personalidad propia Andrés Wood: Para mi gusto, uno de los cambios importantes durante estos años, más que los tópicos y el estilo de las películas, y quizás influenciado por el apagón cultural de los años de dictaduras militares, han sido la actitud de los cineastas con respecto a que el hacer cine, en nuestros países, no es un derecho sino un privilegio. Obviamente en la forma, tiene sus raíces en las bases del nuevo cine latinoamericano de los sesenta. Lamentablemente sin esa fuerza organizativa y aglutinadora, pero a la vez, mucho más independiente. Eso es una evidencia más que el realizar cine provenga de una necesidad vital y no puramente mercantil.
Orlando Lübbert: El cine vive del drama y este de los conflictos. Los conflictos son el alma del cine, del buen cine. En nuestro continente sobran los conflictos y sin embargo tenemos la sensación de vivir en medio de una sequía temática. El lenguaje cinematográfico posee un gran magnetismo para la gente joven que, no lo olvidemos, creció sin libros y con la TV encendida en el dormitorio. Un alto porcentaje de las realizaciones jóvenes, sin embargo, está muy marcado por el egocentrismo, por lo patológico, lo esotérico, lo mágico, etc. Si no hay mucha sangre y un buen traficante de coca, las películas no tienen valor. Mi experiencia con las escuelas de cine chilenas me confirma en estas impresiones. La cantidad de gente que estudia cine es muy alta. En Chile existen sólo escuelas privadas que representan un buen negocio y que por lo tanto están muy lejos de poder responder a las exigencias de selectividad y calidad que necesitamos en nuestro país para acrecentar la eficacia de nuestro cine. Se hace mucho, poco de buena calidad, pero mucho al fin, de pronto, por ahí sale algo o alguien que vale la pena. No contamos en Chile con ningún realizador joven lo suficientemente original y creativo como para que podamos pensar en un futuro promisorio. La pasión a veces, la chequera de papi, un fondo de fomento otras, de alguna manera se filma y se hacen películas erráticas, en uno u otro sentido... pero se hacen, que al final es lo que cuenta. Mal que mal, la historia del cine se hace con películas hechas, suena de perogrullo, pero es así.
Sergio Trabucco: Los cineastas de los sesenta, la generación intermedia y la nueva generación, han hecho mas películas en estos últimos diez años que en los cincuenta anteriores, es cuestión de mirar las filmografías de cada uno. Estas fueron engordando y dejaron de existir los cineastas maduros, de una obra o de dos. Todos han tenido su lugar. El juicio de la calidad de estos filmes lo ha dado, el público, la crítica , los premios en festivales etc.. Sin duda que para el Cine Chileno, esta década es muy significativa. Por cierto, la pasión ha sido un componente necesario, así como el aumento espectacular de los directores chilenos. Contábamos con no más de 5 o 6 en los setenta, hoy esa cifra es infinitamente superior. El exilio ha sido otro elemento que aportó formación, densidad, perspectiva, junto al dolor que también templa a un artista. Parece un contrasentido, pero mi experiencia me demuestra que el “mercado” chileno esta muy abierto y receptivo. Por estos días, se estrenan al mismo tiempo dos películas de Lombardi, y se agregan en un período similar, tres argentinas, dos chilenas, una mexicana, otra española. Aquí no solo hay una mayor y mejor oferta del cine Latinoamericano, sino un cambio positivo en el público. Este proviene básicamente de esos jóvenes de diez años para el ‘73 y sus hijos, que por las cifras de los censos son varios millones: allí está nuestro público. La globalización ha provocado otros problemas a nivel de la cultura, sobre todo en la cultura política, que no cambia y se desprestigia a una velocidad preocupante. Pero esto no ha impedido un fuerte crecimiento del consumo cultural y obviamente de la oferta. El teatro, la danza, la industria editorial están en pleno florecimiento.
Carlos Flores: Yo creo que no hay un solo mercado, hay muchos mercados. En estos mercados, diferentes de tamaño y de comportamiento, los productos subsisten o desisten en la medida que son o no capaces de instalar diferencias. Los mercados son turbulentos y están plagados de fracturas a través de las cuales se ha incubado siempre la transgresión y la innovación. No basta la pasión para construir una buena cinematografía. Se requiere mucha paciencia y habilidad para elaborar las nuevas estrategias narrativas, comerciales y tecnológicas que hagan posible el desarrollo de una cinematografía independiente y autosustentable. El público está determinado por muchas influencias, los gustos globales también. El gusto del público no es un estado fijo, es un proceso en transformación permanente. El cine también.
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